Dios hace todo nuevo



Hola! 
Que gusto que te tomes el tiempo para darte una vuelta por mi blog y ver lo que hay por ahí, en mi última entrada, agradecia primeramente a Dios por la oportunidad de poder expresarme por este medio, como también el que me permitas compartir contigo mis pensamientos, sentimientos y experiencias en cuanto a mi relación con el Señor.

En esta ocación quiero hacerte una atenta invitación a que me acompañes en una nueva serie de estudios basados en un  libro que el año pasado me sirvió de mucha inspiración: Mirate como Dios te mira del escritor Josh McDowell, he preparado una guía devocional la cual quiero compartir contigo, en una siguiente publicación te explicaré como puedes obtenerla. Pero hoy quiero compartir contigo lo que Dios ha hecho en mi vida y en la de mi familia en los últimos meses.

El 2016 fue para mí un año muy especial, como familia enfrentamos varías situaciones que nos hicieron aferrarnos con más intensidad a las promesas del Señor, y de manera muy personal me permitió redescubrir al Señor de una manera más íntima . Si tú leístes mi serie completa de Job sabras que mi madre es sobreviviente de cancér, ella padeció cancér de mama hace ya  16 años, en aquella oportunidad los doctores dieron un diagnóstico muy negativo, su sobrevivencia era casi improbable, pero aun contra lo que esperaban los doctores mi mamá venció esa terrible enfermedad, no sin antes pasar por 6 quimioterapias y 30 sesiones de radiación; los que han pasado por lo mismo, ya sea que un familiar ha tenido que luchar contra el cancér o lo haya padecido, saben a lo que me refiero.

En fin, durante ese tiempo como compartí en uno de mis devocionales mi mamá mantuvo su fe fortalecida y se rindió completamente a la voluntad de Dios. En los últimos meses del 2015 la sombra del cancér volvió a aparecer en nuestras vidas, un nuevo nodulo fue detectado en una de sus axilas, como podrás imaginar los recuerdos de lo vivido tanto tiempo atrás no dejaron de permear en la voluntad y espíritu de cada uno de nosotros. En lo personal preguntas como: ¿Podrá mi mami aguantar todo lo anterior otra vez? ¿Será que Dios hoy si quiere llevarse a mi mamá? ¿Qué voy a hacer si ella ya no está conmigo? ¿Qué va a pasar con mi papá, aguantará él un golpe como ese? Todas estas preguntas no dejaron de invadir mi mente, mi corazón se hizo pequeño, estaba estrujado con la idea de que ahora a diferencia del caso anterior yo tenía que mostrarme ante ella con mayor fortaleza. 

Pero nuevamente, fue hasta que nos rendimos completamente a la voluntad de Dios, que las cosas comenzaron a cambiar de manera positiva, cuando nuestras oraciones como familia cambiaron de: "no queremos pasar por esto, aleja el cancér de nosotros" a "si es tu voluntad que así sea", cuando mi mamá dijo: "yo no quiero la operación, no quiero las quimioterapias, pero si tú quieres Señor, me someto a ti"; entonces y solo entonces comenzamos a ver que nuevamente el sol brilló para nosotros.

Es ahí donde las palabras de Cristo adquieren un significado especial, cuando en el Getsemaní oró: "Padre mío, sino puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad" (Mateo 5:42b). Rendirse a la voluntad de Dios no es fácil, requiere una renunciación de sí mismo que no todos están dispuestos a pasar, requiere reconocer que a veces su voluntad nos lleva por senderos que de ningún modo quisieramos recorrer, Cristo mismo  le dijo a sus discipulos: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte" (Mateo 5:38b), cuando la hora de cumplir la voluntad de Dios se acercaba.

Pero la voluntad de Dios es buena y perfecta, porque él en sí mismo lo es, Dios jamás hará algo para dañarnos, todo lo que hace tiene un propósito, en el caso de nuestra familia y muy en lo particular en el caso de mi mamá es que por medio de su testimonio otros glorifiquen a Dios.

Como te dije el 2016, en verdad fue un año muy especial, aprendí que el sufrimiento nos perfecciona, nos acerca más a Dios, que aún en medio de situaciones difíciles hay motivos de acción de gracias, que la adoración sana las heridas del espíritu. En medio del sufrimiento somos renovados, trascendemos solamente cuando nos depositamos completamente en sus manos y le creemos cuando él nos dice: "Yo tengo el control"



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