Epílogo



7Aconteció que después que habló Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz, el temanita: «Mi ira se ha encendido contra ti y tus dos compañeros, porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job. 8 Ahora, pues, tomad siete becerros y siete carneros, id a mi siervo Job y ofreced holocausto por vosotros. Mi siervo Job orará por vosotros y yo de cierto lo atenderé para no trataros con afrenta por no haber hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job.»
9 Fueron, pues, Elifaz, el temanita, Bildad, el suhita, y Zofar, el naamatita, e hicieron como Jehová les había dicho. Y Jehová aceptó la oración de Job.
Job 42:7-9


Jehová termina de hablar con Job y se dirige a Elifaz el temanita. El Señor está enojado con los tres amigos de Job debido a que no hablaron lo recto de Él, los tres hombres habían hablado en nombre de Jehová, pero en lugar de hablar justamente, se preocuparon más por demostrar su tesis sobre el sufrimiento, su intención fue ególatra e insensible, y mostraron una falsa espiritualidad. Dios ve las intenciones del corazón de los tres amigos por eso dice: “no habéis hablado de mí lo recto”.


Siente becerros y siete carneros, es el precio para el holocausto pedido por Dios, quien les indica que deben ir donde Job el cual orará por ellos y deben ofrecer holocausto para expiación del pecado cometido. Dios promete escuchar la oración de Job para no castigarlos por su hipocresía y soberbia.


Aquí vemos un giro en la historia, ahora el que había sido acusado de pecado sería quien intercedería por sus acusadores. Estos tres hombres que en un inicio se habían jactado de su espiritualidad debían ir ante quien habían acusado de impiedad y suplicarle que intercediera por ellos ante Dios. ¡Que lección para los orgullosos!


Los tres hombres cumplieron como Jehová había dicho. Job también hizo su parte lo que demuestra nuevamente cuan noble y justo era.


Que Job corrigiera su postura  no quiere decir en ningún momento que los tres amigos tenían razón. Al contrario, él debe interceder por quienes lo han injuriado y no habían dicho la verdad acerca de Dios.


Sobre la participación final de estos tres protagonistas en este drama, José M. Martínez escribe: “No es la condenación, sin embargo, el propósito final de Dios. Los tres son instados a ofrecer holocausto y Job orará por ellos. E hicieron como Jehová les dijo. Y Jehová aceptó la oración de Job (8,9). Así, con admirable sobriedad, se nos describe una escena que forzosamente tuvo que ser conmovedora. Es una escena de reconciliación. Elifaz, Bildad y Zofar podían haber reaccionado negativamente ante el desenlace de su controversia con Job. Podían sentirse resentidos contra Dios por la humillación a que los había sometido. Podían dejarse invadir por el odio hacia Job, ante el cual se sentían derrotados, podían haberse alejado maldiciendo en sus corazones al patriarca e incluso, quizás, en el fondo, a Dios que los había rehabilitado. Pero aquellos hombres, a pesar de sus errores, también temían a Dios y supieron acatar su decisión con la dignidad de la humildad. Ahora, reconciliados con Dios y con su amigo, enriquecidos por una experiencia que también para ellos tuvo su hora de amargura saludable, iniciarían una nueva época de su vida. A partir de ahora, sin duda, serían menos tajantes, más comprensivos, más humildes, inclinados a escuchar más que a discutir, más que a condenar a simpatizar. Si en situaciones análogas los creyentes hoy adoptaran semejantes actitudes, ¡De cuantos problemas se vería librada la iglesia de Jesucristo!”


¿Qué nos lleva a hablar a los que sufren de Dios? ¿Su gloria o la nuestra? ¿Somos realmente misericordiosos? ¿Creemos que somos mejores personas y por eso el sufrimiento no llega a nuestras vidas? Esas son preguntas válidas para tenerlas siempre en mente; cuando nosotros no somos los que sufrimos ya sea como consecuencia de nuestro pecado o porque Dios nos está probando, es fácil creer que somos mejores que otros, como en el caso de los tres amigos, que en un momento se sintieron superiores a Job. Pero el sufrimiento tarde o temprano llega a la vida de los hijos de Dios y  debemos estar preparados para enfrentarlo o para ayudar  a otros hijos de Dios a hacerlo.


Job fue llamado por Dios “mi siervo”, al igual que Moisés y Josué; fue escogido y sostenido por él. Parte del pecado de los tres amigos fue tratar con menosprecio al siervo de Dios. Esto nos indica que debemos cuidarnos de no juzgar a los siervos de Dios cuando atraviesan situaciones difíciles en su vida, pues caemos en pecado al suponer que toda situación difícil en la vida de un siervo es a consecuencia de un pecado oculto, de cualquier forma es Dios que se encarga de arreglar cuentas con sus siervos. Nuestro deber es orar por ellos sin juzgar ni condenar.


Job tenía por costumbre orar por su familia, hoy lo haría por sus amigos. Es bueno practicar la oración intercesora y orar por nuestros amigos y hnos. en Cristo y no solo por nuestra familia. Dios escucha las oraciones sinceras que elevamos por otros.


Examina tus relaciones:
¿Cuándo el sufrimiento ha llegado a tu vida, te has sentido juzgada o apoyada por los demás miembros del cuerpo de Cristo?
¿Qué te motiva a hablar de Dios a personas que sufren?
¿Cuál ha sido tu actitud ante el sufrimiento de los siervos de Dios que conoces?

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