Job 41: El reto del Leviatán
En el capítulo anterior veíamos una ilustración del majestuoso poder de Dios, tan temible
como insignificante es el ser humano comparado con Él, a través de la
descripción del Behemot, que para muchos
eruditos es un dinosaurio de aguas herbívoro y para otros no tan audaces en su
interpretación un hipopótamo. En este capítulo Dios utiliza otra ilustración para
que a Job le quede claro cuan majestuoso
y poderoso es Él y cuan minúscula es su humanidad en comparación, hoy a
través de otra bestia marina conocida como Leviatán.
El Leviatán es otra bestia legendaria que ha causado
mucha controversia entre los eruditos de la Biblia, están aquellos que
sostienen que los rasgos que se describen son los de un cocodrilo (Ralph L.
Smith), con características aumentadas poéticamente a las de un dragón poderoso
(José Martínez y Matthew Henry) y los
que consideran que es un dinosaurio acuático, y al mismo tiempo una figura del
diablo, como el Behemot (Benedikt Peters).
Según Matthew Henry, el objetivo de presentarle a Job esta descripción del Leviatán era
convencerlo todavía más de su impotencia y de la omnipotencia de Dios.
Para que no le
quede ninguna duda de su fragilidad Job es retado a que trate de someterlo (vs.1-9).
Dios le ha dado al Leviatán cualidades que inspiran temor, pero que Él puede
controlar a la perfección (vs. 11-12): Su rostro (vs. 13-14), sus escamas bien
trabadas entre sí (vs. 15-17) sus resoplidos humeantes (vs.18-21), su carne
durísima (vs. 22-24), sus fuerzas y sus ánimos, cuando es atacado nadie lo
supera (vs. 25-30), sus movimientos turbulentos (vs. 31-32); así que sumándolas
todas lo convierten en una criatura extremadamente aterradora, con la que el
hombre no puede enfrentarse sin daño alguno (vs. 33,34).
Ahora, centremos nuestra atención en los versos ocho
al once:
8 Pon tu mano sobre él:
recordarás luego la lucha y no volverás a hacerlo.
9 En cuanto a él, toda esperanza queda burlada,
porque aun a su sola vista la gente se desmaya.
10 Y nadie hay tan osado que lo despierte;
¿quién podrá permanecer delante de mí?
11 Porque ¿quién me ha dado a mí primero, para que yo
restituya?
¡Todo lo que hay debajo del cielo es mío!
Job 41: 8-11
v.8 Pon tu mano sobre él: recordarás
luego la lucha y no volverás a hacerlo. Dios lanza un reto a Job, le dice que se atreva
a tocar al Leviatán con su mano, y después de luchar con él será una
experiencia que nunca olvidará y no
querrá repetir si es que sobrevive.
9 En cuanto a él, toda
esperanza queda burlada, porque aun a su sola vista la gente se desmaya. Al verlo toda expectativa o ilusión de doblegar
a este monstruo se desvanece, pues es tan temible que hace flaquear a la gente;
v.10 Y nadie hay tan osado
que lo despierte; No hay nadie tan atrevido o imprudente que se atreva a
despertarlo ¿quién podrá permanecer
delante de mí? Dios es el creador de esta bestia que tanto terror
causa al hombre, así que, si éste no es capaz de dominar al Leviatán que es la
criatura, cuanto más incrementada se ve su incapacidad ante el creador. A lo que Smith dice: “Puede ser difícil para el hombre moderno aceptar el
hecho de que Dios y no el hombre es autor de la salvación del hombre”
11 Porque ¿quién me ha dado a mí primero, para
que yo restituya? ¡Todo lo que hay debajo del cielo es mío!
Dios declara su
dominio e independencia, no le debe nada a nadie. Él es dueño y soberano de
todo cuanto existe.
¿Quién le dio a él primero,
para que le fuera recompensado?, 36porque de él, por él y para él son todas las
cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. Romanos 11:35,36.
Dios por un lado le muestra a Job cuan frágil es ante
el terror de criaturas a la que él no es capaz de enfrentar y por otro le hace
reconocer que es soberano y dueño de
esas criaturas, para que él abra los ojos y se dé cuenta en el pecado que
estaba cayendo al tratar de encerrar a Dios en su lógica moral. Dios no contestó las preguntas de Job
porque él no tiene que darle explicaciones a nadie de como gobierna el mundo y
del porqué de sus designios para la vida del hombre. Lo que le resta al hombre
es reconocer la soberanía de Dios y confiar en su gran amor, por el cual
sabemos que por muy malas que se vean las cosas todas ellas nos ayudarán a
alcanzar el propósito perfecto de Dios para nuestras vidas (Rom. 8:28).
Si Job pensaba que al final
Dios se le rendiría, como si fuese el auténtico rey de la justicia, revelaba
una ingenuidad pueril. Su esperanza era mucho más absurda que si hubiese
pretendido obligar a leviatán a hacer pacto con él para ser su siervo perpetuo
o atarlo para jugar con él como con un pájaro. Job estaba soñando ¡Tenía que
despertar! (José Martínez)
Y los ojos de Job fueron abiertos… ¡Y al fin despertó!
¡Cuántas veces nos hemos visto tentadas a cuestionar a
Dios por cómo lleva las cosas en el
mundo! Yo me he visto tentada a hacerlo cuando veo mi vida a través del espejo
del mundo, si hacemos esto es fácil creer que Dios se ha equivocado en muchas
cosas, pero estudiar la historia de Job me
ha ayudado a entender que hay un propósito divino para el sufrimiento de los
justos, que el sufrimiento nos perfecciona y es absurdo tratar de pedirle respuestas a Dios
por lo que no entendemos, ya que Él nos ha revelado lo que necesitamos saber.
No podemos pretender ser más justos que Dios, pues los
sufrimientos en el mundo en gran medida son ocasionados por nuestra pecadora
imperfección, así que el camino del justo en un mundo de caos y sufrimiento,
está marcado por el sometimiento a un Dios soberano, que todo lo puede y todo
lo sabe, un Dios que nos ama y que espera de nosotros que nuestra confianza en Él
nos lleve a dejarnos conducir por su cayado.
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