Job 4: Adoración en medio de la crítica




Piensa ahora: ¿Que inocente se pierde? ¿Dónde los rectos son destruidos? Yo he visto cosechar iniquidad a quienes siembran injuria e iniquidad cultivan.
Perecen por el aliento de Dios; por el soplo de su ira son consumidos.
Job 4:7-10

En este pasaje se plantea una de las teorías sobre la causa del sufrimiento del ser humano, que sostiene que el hombre sufre como pago a los pecados cometidos. La ira de Dios cae sobre los que ultrajan y atentan contra la dignidad, el honor y credibilidad de otros o producen daños materiales. Aquellos que son injustos u obran con gran maldad como castigo serán tratados de la misma manera.
Vemos como Job es reprendido por Elifaz quien cree que su amigo está recibiendo el pago a todas sus maldades (Ley de la retribución). Esto me hace recordar cuando mi mamá recibió el tratamiento de quimioterapia por primera vez, hace quince años, una hermana en Cristo le dijo a mi papá que quería llevar a unas hermanas a orar por ella, mi padre lo permitió, y en efecto las hermanas visitaron a mi mamá pero en el momento de la oración comenzaron a increparla para que “confesara su pecado”, una de ellas incluso la tomo de los hombros y la sacudió; en ese momento mi mamá estaba en cama con los efectos de la quimioterapia, mi papá al ver lo que estaba ocurriendo decidió detenerlas y pedirles que se fueran de la casa. Cuando supe lo que había pasado me sentí muy molesta, pues lejos de alentar a mi mamá, las hermanas la habían hecho sentir mal, pues sin conocer su caso la habían juzgado y la estaban culpando por su situación.
Al igual que le sucedió a Job y mi mamá, habrá momentos en nuestra vida que las demás personas nos critiquen, nos juzguen e incluso nos condenen por las situaciones difíciles que vengan sobre nosotras. Pero  debemos estar convencidas que el único que tiene potestad para juzgarnos es Dios, quien conoce bien nuestras mentes y corazones.
La historia de Job nos muestra que las personas buenas sufren, y también que en medio del sufrimiento habrá quienes en vez de ayudarnos o alentarnos nos criticarán, nos hablarán con dureza o se alejarán de nosotras, pero en medio de todo Dios seguirá siendo el mismo y por lo tanto no debe importarnos lo que otros piensen o digan, lo único que importa es el concepto que Dios tiene de nosotras.
En cuanto a los demás, la regla de oro es que debemos tratarlos como  quisieramos ser tratadas, si no queremos ser juzgadas entonces no debemos juzgar, si queremos recibir aliento y apoyo en momentos difíciles, entonces debemos estar dispuestas a hacer lo mismo por otros.

Oración:
Señor te adoro porque aun en medio de la crítica puedo estar segura que tú eres sensible a mi dolor; ayúdame a mí a ser sensible al dolor de otros

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