Job 3: Adoración en medio de la turbación
“Antes que mi pan llega mi suspiro,
y mis gemidos corren como el agua; porque me ha venido aquello que me
espantaba, me ha acontecido lo que yo temía.
¡No he tenido paz, tranquilidad ni reposo, sino sólo turbación!”
Job 3:24-26
En los capítulos
anteriores vimos que Job era un hombre íntegro como ningún otro, moralmente
hablando era intachable y temeroso de Dios, tenía una familia grande, también
era un hombre con mucho dinero y buena posición social.
Un día Dios decide
poner a prueba la fe y amor de Job, para demostrarle a Satanás que su fe y amor
eran sinceros y no se debían a todas las
bendiciones que Dios le había dado.
De un momento a otro,
Job había pasado de ser un hombre de renombre y mucho poder, a un hombre en
ruinas, que había perdido además a todos sus hijos, a pesar de eso Job no pecó
contra Dios.
Luego vimos como Job
fue tocado por una enfermedad en la piel que lo había llevado al punto de estar
abatido sobre las cenizas, aun así y a pesar de las palabras necias de su mujer
que lo increpaban a blasfemar contra Dios, Job se mantuvo integro.
En el capítulo tres,
vemos a un Job alterado emocionalmente, que reconoce que está atravesando por
un momento difícil de su vida, reconoce
que hay escasez de alimento y que su dolor es tan grande por las pérdidas
sufridas que sus gemidos salen de su boca como el agua que corre, con lo que quiere decir que así de abundantes
son sus dolores.
Todos sus temores se
han hecho realidad, y los días de paz, tranquilidad y reposo se han ido,
quedando en su lugar solo turbación.
Es decir que Job
expresa abiertamente que su vida ha sido trastornada, su vida normal ha
desaparecido y él se ha quedado sin saber qué hacer ni que decir, tan emocionalmente afectado se encuentra que
en los versículos anteriores lo vemos incluso maldecir el día en que nació.
¿Qué implicaciones
tiene esto para nosotras? Primero que, si un hombre así de recto y justo como
Job, tuvo que pasar por todos los sufrimientos que pasó, también nosotras en un
momento de la vida podemos llegar a pasar por situaciones en las que nos
sintamos atribuladas y confundidas. Mientras estemos en el mundo no estamos
exentas del sufrimiento.
Segundo, el hecho de
sentirnos emocionalmente mal, no nos quita méritos ante Dios; Job estaba
atribulado pero aun así para Dios seguía siendo el mismo hombre íntegro del que
tenía tan buen concepto. Es completamente humano que en un momento de crisis
nos sintamos desconcertadas, lo que no es bueno ni saludable es permanecer por
mucho tiempo en ese estado.
¿Qué es lo que espera
Cristo que hagamos cuando nos encontramos en esa situación? Cristo espera que recurramos
a él y le entreguemos nuestros gemidos y dolor, Cristo quiere liberarnos de ese peso lo único
que tenemos que hacer es pedírselo diciéndole: ¡Señor yo me siento así de mal ayúdame!
Reconocer que estamos
mal y que necesitamos ayuda es el primer paso para salir de un estado de trastorno
y confusión emocional.
Oración:
Señor te adoro porque aún en medio
de la turbación tú te mueves en mi vida, te entrego a ti mis temores, y
desconciertos, arregla tú lo que yo no puedo.
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